La cripta de la iglesia de la Colonia Güell, a solo 20 km. Del centro de Barcelona, es la única parte que el genial arquitecto llegó a construir de un proyecto mucho más ambicioso: una iglesia monumental cuya concepción le llevó más de diez años y que sirvió de campo de pruebas para su gran proyecto, la también inacabada Sagrada Familia.
Mientras en el Parque Güell y en La Pedrera centenares de turistas se disputan los mejores ángulos para inmortalizar las sensuales curvas de los edificios de Gaudí, me encuentro admirando las tortuosas columnas de la cripta de la Colonia. Al contrario de lo que sucede con la mayoría de las obras del genio catalán, convertidas en parques temáticos del modernismo, la cripta es un edificio vivo en el que se ofician misas y bodas.
Pero antes de recorrer el recoleto espacio de la cripta me doy una vuelta por el barrio, construido por el industrial Eusebi Güell a principios del siglo XX con el propósito expreso de alejar a sus obreros del anarquismo que sacudía la Barcelona de la época.
La Colonia Güell tenía su propia escuela, un mercado, una casa club y, la joya del recinto, la iglesia de Antoni Gaudí. A cambio de estas prebendas Güell obtuvo la férrea fidelidad de sus trabajadores; tanto es así que un siglo después la mayoría de los habitantes son sus descendientes o los propios trabajadores jubilados, de la gran fábrica textil que cerró sus puertas en 1973.
Dirigiendo los pasos hacia la loma que corona el oeste de la colonia. En medio de un pinar vislumbramos las columnas de la entrada a la cripta casi mimetizadas con los pinos que la circundan. Gaudí –me cuenta el guía-quiso mimetizar el edificio con la naturaleza, así que se inspiró en los árboles de alrededor para diseñar las columnas. Pero ¿cómo es posible que esas columnas sostengan el peso del techo y, sobre todo, cómo hubieran podido sustentar el peso de la iglesia, nunca construida, que se hubiera levantado 40 metros por encima?
La clave está en el imaginativo cálculo de estructuras realizado por Gaudí y que se explica minuciosamente en el centro de interpretación de la colonia. El arquitecto inventó para la ocasión un obvio método revolucionario: construyó una maqueta invertida del edificio y determinó la capacidad de arcos, columnas y muros en función de las curvas formadas en estructuras blandas por pequeños pesos. En otras palabras, dejó que la gravedad diseñara la forma de los arcos.
El método -que luego aplicaría también en la Sagrada Familia- era preciso y audaz. Tanto que los maestros de obra que levantaron la cripta preferían no estar debajo de los techos cada vez que había que remover un andamio. Aquello no se podía sostener. Pero lo hizo desafiando los preceptos de la arquitectura tradicional.
En 1914, y tras casi 14 años de dedicación a la iglesia de la Colonia Güell, Gaudí abandonó los trabajos. Aunque se ignora el motivo que le llevó a tomar esta decisión, todo indica se acabo la financiación; el mecenas, envejecido y debilitado, no pudo defender la finalización de la obra frente a sus hijos, que decidieron dedicar todos los recursos de la factoría a producir textiles para las potencias beligerantes en la Primera Guerra Mundial que estalló aquel año y en la que España fue neutral.
El cálculo de los Güell fue tan pragmático y poco atinado. Si bien la empresa familiar se benefició del comercio durante aquella violenta contienda, privaron al arte de una obra única: una iglesia monumental de la que solo llegó a levantarse la primera planta. La fábrica cerró en 1973, pero en 2011 los visitantes siguen acercándose a la Colonia Güell para contemplar esta pequeña maravilla que es la cripta de Gaudí.
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